La pandemia por COVID-19 ha creado la disrupción más grande en la historia de los sistemas educativos, afectando a aproximadamente 1.600 millones de estudiantes de más de 90 países en todos los continentes.
El cierre de escuelas y otros espacios educativos ha impactado principalmente a la población más vulnerable, dejando a estudiantes sin acceso a apoyos sociales, impidiendo que muchos padres retomen sus actividades laborales, e incrementando las cargas de trabajo y responsabilidades principalmente de las mujeres. Aunado a esto, se ha registrado un considerable aumento en los índices de violencia doméstica. Los efectos de esta crisis amenazan con impactar a futuras generaciones y borrar décadas de progreso en materia educativa y combate a la pobreza.
Previo a la pandemia existía ya una enorme desigualdad en el acceso a la educación que solo se ha profundizado y hecho aún más visible.
Por otro lado, esta disrupción aceleró la innovación en un sector que desde hace mucho tiempo necesita actualizarse. Hemos visto la rápida implementación de soluciones tecnológicas de educación a distancia – clases por Internet, radio y televisión. Hemos recordado la importancia del rol de los maestros y la relevancia de capacitarlos y dotarlos de las herramientas necesarias.
La pandemia ha subrayado la necesidad de hacer cambios en la forma en la que se imparte la educación y se prepara a los maestros. Por encima de todo, nos ha dejado claro que no podemos permitir que la economía familiar condicione la calidad de la educación.
La educación no es sólo un derecho humano fundamental, es el cimiento que permite el aprovechamiento de los demás derechos. Es un bien global y el mayor generador de progreso.
El reto en México es monumental; millones de mexicanos no tienen acceso a Internet y de acuerdo con cifras del INEGI sólo el 44.9% de los hogares cuentan con computadora. Aún existen áreas rurales sin cobertura de luz eléctrica y aunque la mayoría de los hogares cuentan con televisión, muchas familias tienen más de un hijo en edad escolar, lo que dificulta seguir las clases de forma simultánea
¿Por dónde empezar? Por invertir en la infraestructura que urgentemente necesitamos - internet para todos. Por invertir en capacitar a nuestros maestros. ¿Cómo? Atendiendo primero los proyectos de alcance nacional y cuyos beneficios se extiendan por generaciones.
Sin educación no hay paz, prosperidad ni sociedades productivas. Es responsabilidad de todos que nadie se quede atrás.
댓글