Frente a la inteligencia artificial suelen haber - sobre todo cuando se analiza su impacto en la economía y el mundo del trabajo - dos posiciones muy distintas: una pesimista, que ve en estas tecnologías la pérdida masiva de trabajos y el reemplazo de los seres humanos por máquinas en sus actividades; y otra muy optimista que encuentra en este tipo de tecnologías la esperanza de incrementar la productividad y de ampliar las fronteras de lo posible. Lo cierto es que la inteligencia artificial nos plantea retos políticos, éticos, sociales y económicos que tenemos que enfrentar desde el compromiso con la democracia, la justicia social, y la lucha por disminuir la desigualdad en nuestras sociedades.
Con estas ideas en mente, la Comisión de Ciencia y Tecnología y la Secretaría de Relaciones Exteriores organizaron esta semana el foro “Un acercamiento a la Inteligencia Artificial”. El panel que tuve la fortuna de moderar trató sobre el impacto de la inteligencia artificial en la economía y estuvo integrado por cuatro expertos reconocidos a nivel internacional en este ámbito.
De acuerdo con un reporte de la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajode la OIT, el trabajo que será potencialmente desplazado por la automatización se situará aproximadamente en un 15%, expresado en tiempo completo, y entre el 3% y 14% de la fuerza de trabajo mundial se verá forzada a cambiar de categoría ocupacional. La misma Comisión señala en otro informeque uno de los cambios fundamentales en la demanda de trabajo será que la automatización y la robotización aumentarán la necesidad de capacidades técnicas en la fuerza laboral.
Pero no se trata solo de la cantidad de trabajos disponibles, sino también de la calidad de los mismos: de a quiénes afectará o incluso ya está afectando. Por ejemplo, el AI Now Institute advierte en su informe sobre inteligencia artificial 2019, que la rápida implementación de tecnologías que utilizan sistemas de algoritmos para el control, manejo, evaluación de productividad, e incluso decisiones sobre los salarios o contrataciones de las personas empleadas, ha afectado los derechos y condiciones de laborales de los grupos menos favorecidos, de quienes históricamente han sido marginados de los beneficios de los avances tecnológicos. Las personas trabajadoras son dirigidas cada vez con mayor frecuencia a través de sistemas de inteligencia artificial. El caso de la herramienta de Amazon para la contratación de personal, o la implementación de aplicaciones que vigilan y registran la productividad de las personas trabajadoras del campo en Canadá, son solo algunas de ellas. El problema es que estos sistemas están diseñados para incrementar los beneficios de los empleadores, muchas veces en perjuicio de las y los trabajadores - particularmente en los niveles con los salarios más bajos.
Ya sea a través de la automatización de los trabajos, o de la degradación de las condiciones de trabajo, estas tendencias subrayan la responsabilidad que tenemos para dar dirección y un marco de gobernanza a estas tecnologías y sus aplicaciones: por ejemplo, a través de algoritmos más transparentes, principios de no discriminación y procesos más incluyentes. Aunado a ello, estos marcos de gobernanza son importantes para decidir en qué ámbitos pueden desplegarse estas tecnologías, y en qué ámbitos su uso y despliegue debe de - por sus profundos y potencialmente irreversibles efectos - restringirse. Sabemos por ejemplo, que numerosos gobiernos municipales ya han puesto restricciones al uso de herramientas de reconocimiento facial en lugares públicos, y que organizaciones civiles han exigido se prohíba el uso de herramientas de reconocimiento afectivo.
Por ello, me parece que Foros como este resultan de un enorme valor para comenzar a discutir, a través de un diálogo abierto, interdisciplinario e informado, los impactos de la inteligencia artificial, y nuestra responsabilidad para enfrentar los desafíos que nos plantea. Estoy convencida que las ideas que se plantearán en este panel contribuirán a este objetivo.
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