Durante la pandemia de COVID-19, han surgido muchas iniciativas basadas en el big data (datos masivos) para generar estrategias de prevención y contención del virus, estrategias sin duda valiosas y que debemos de considerar con seriedad. En otras ocasiones he hablado de los riesgos que estas pueden representar para la privacidad de las personas, y de cómo tenemos que evitar construir una “nueva normalidad” basada en la hipervigilancia. Esos son aspectos muy relevantes a los que tendremos que poner atención, pero no son los únicos: consideraciones sobre el posible impacto y consecuencias de estas tecnologías en la vida de las personas, así como otras garantías para la protección de derechos también son importantes y no podemos perderlas de vista.
Gobiernos y empresas alrededor del mundo han diseñado y comenzado a utilizar sistemas de análisis de grandes datos para identificar patrones de movimiento y de contacto de las personas que puedan ayudar en las estrategias de prevención y propagación del virus. Entre algunas de estas iniciativas se encuentran herramientas como los Community Mobility Reports de Google (utiliza la información de la aplicación Google Maps); y la Disease Prevention Maps Initiative de Facebook. Ambas buscan, a través de distintos mecanismos, realizar un análisis de movimiento y contactos de personas para predecir cómo se contagia el virus y el cumplimiento con medidas como el distanciamiento social.
Estas son por supuesto, iniciativas innovadoras que podrían aportar mucho a las estrategias de respuesta; y aunque muchos de estos análisis se realizan a través de datos agregados que no permiten la identificación de una persona en particular, también es cierto que pueden tener impactos negativos en nuestras vidas y , en la de grupos vulnerados de nuestra sociedad. Y es que este tipo de ejercicios pueden, por su naturaleza y limitaciones, opacar, esconder o malinterpretar realidades sociales muy complejas, resultando en afectaciones para la salud pública o incluso los derechos humanos. Esto, de acuerdo con la organización Human Rights Watch puede deberse a factores como:
La baja penetración de redes sociales con grupos determinados de la población: personas sin acceso a Internet, o personas mayores que no son consideradas en los análisis.
Factores ambientales como infraestructura física en las ciudades que no permita un adecuado análisis y seguimiento de los movimientos.
La poca capacidad para explicar por qué las personas se están moviendo, y con ello, penalizando a quienes se mueven en busca de albergue, por comida. (Por alguna necesidad justificada)
Muchas de las discusiones alrededor del uso de big data han estado enfocadas en la privacidad y la protección de datos de las personas, y aunque este es sin duda un aspecto fundamental, otras consideraciones como los periodos de tiempos en los que se llevarán a cabo estos análisis, la transparencia en la recopilación de los datos, quién(es) tiene(n) acceso a los mismos, así como un análisis claro de las limitaciones de estos modelos, son imprescindibles para que puedan lograr el objetivo de contribuir en la prevención y contención del virus. Los beneficios que este tipo de análisis podrían tener en nuestras sociedades son muchos, pero no podremos aprovecharlos, e incluso podrían verse opacados, si se implementan de forma indiscriminada y sin los mecanismos de transparencia, rendición de cuentas y gobernanza adecuados.
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