Una gran parte de nuestro planeta está detenido, guardado en casa. Lleno de postales inéditas, plazas vacías debido a las restricciones sanitarias y de movilidad impuestas por la mayor parte de países en el mundo, y por las numerosas fronteras cerradas. El resultado: muchas familias separadas, varadas o aisladas. En las últimas semanas ha quedado demostrado que nuestra sociedad está hiperconectada no solo en el ámbito digital, ya que un problema sanitario en una remota ciudad china se convirtió en una crisis de salud de escala global en tan solo unos días.
Se ha detenido también la economía, el trabajo “no esencial”, y las interacciones sociales que sosteníamos en escuelas, parques, restaurantes, cines, teatros o recintos deportivos. Muchos hemos tenido el privilegio de refugiarnos en nuestros hogares, los cuales se han convertido en extensiones de nuestro trabajo u oficinas, salones de clases, gimnasios o salas de conciertos para poder cumplir con las campañas de #QuédateEnCasa.
Estas medidas elevan el riesgo de violencia doméstica y aumentan la carga de trabajo en el hogar:de acuerdo a la ONU las mujeres se afectan por partida triple: por la salud, por el patriarcado que ejerce violencia doméstica y por cuidar de los otros.Lo anterior se ha observado en muchos países como resultado de la intensa carga de estrés que ha generado el cambio de rutina, la falta de esparcimiento en espacios abiertos, la sobre exposición a noticias, la eventualidad de una crisis económica y por su puesto al miedo natural que supone ser contagiado o sufrir las consecuencias de un virus que ha matado a más de 40 mil personas en el mundo.
La ONU también ha alertadoque las noticias falsas pueden causar caos y problemas de salud a la población mundial, haciendo un llamado global para promover campañas que actualicen la información de medidas de prevención por contagio de coronavirus, así como a difundir los avances en contra de la enfermedad con información clara y precisa.
La pandemia de SARS-CoV-2 (Covid-19), ha generado consecuencias sociales y económicas que están afectando emocionalmente a las personas, inclusive de aquellas que por su actividad no pueden dejar de trabajar y salen a la calle, pueden experimentar miedo por su alta exposición a posibles contagios, frustración por no poder quedarse en casa a diferencia de otros, o culpa por tener que dejar a su familia o las tareas de crianza de los hijos durante la cuarentena.
De acuerdo a información difundida por el Centro de Control y Manejo de Enfermedades de los Estados Unidos, el estrés durante un brote de enfermedad infecciosa puede incluir:
Temor y preocupación por su propia salud y la de sus seres queridos.
Cambios en sus patrones de sueño o alimentación.
Dificultad para dormir o concentrarse.
Empeoramiento de los problemas de salud crónicos.
Aumento en el consumo de alcohol, tabaco u otras drogas.
Es por lo anterior que los invito a visitar el sitio: https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/prepare/managing-stress-anxiety-sp.htmldonde podrán consultar información y recomendaciones para disminuir y gestionar la ansiedad, el estrés y cómo sobrellevarlos.
Para expertas como Cristina Ruiz“poner a disposición de los ciudadanos aplicaciones que les permitan conocer su nivel de exposición al virus en función de su comportamiento y emitir recomendaciones personalizadas para sus actividades cotidianas como cuál es el mejor momento para bajar al supermercado o la ruta más adecuada para un desplazamiento” podrían ser iniciativas que se pueden desarrollar para generar más certidumbre y confianza en las personas. Debemos hacer desarrollos que desde un enfoque ético, nos ayuden a contar con información precisa y confiable para que la sociedad y gobiernos puedan tomar medidas acordes y proporcionadas a la magnitud de los riesgos; ya que con este tipo de acciones evitamos generar estrés e incertidumbre innecesarios.
Ante una emergencia como la que vivimos, es válido sentir miedo y es comprensible preocuparnos por todo lo que puede suceder. Aprovechemos las herramientas para socializar, para salir de nuestras casas de forma virtual, con internet tenemos una ventana al mundo en la palma de nuestras manos, aprovechemos para platicar con las personas con las que hemos dejado de tener contacto, y pensemos que con el acceso a la tecnología nadie está realmente solo.
Las redes sociales también pueden tejer redes de solidaridad, un lugar donde mantenerse informado en tiempo real directamente de las fuentes oficiales y expertos en la materia. Generemos espacios para platicar en grupo, fomentemos las videoconferencias para mantener el arreglo personal, busquemos dinámicas para sobrellevar esta nueva realidad con humor, construyamos conexiones emocionales.. Convirtamos las conexiones digitales en conexiones emocionales.
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