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Felices, felices, felices…

Hace unos meses el presidente Andrés Manuel López Obrador provocó polémica por una declaración en la que aseveró que en México estamos felices, felices, felices. Más allá de las interpretaciones políticas y opiniones que podamos tener frente a esta perspectiva, sus palabras me recordaron una discusión importantísima que hemos estado postergando en México: la necesidad de incorporar de mediciones de la felicidad en los procesos de priorización de políticas públicas.

La atención en la perspectiva de bienestar subjetivo - o como se le ha llamado popularmente, de felicidad - nace de la necesidad de reconocer al PIB, al PIB per cápita y a otras medidas macroeconómicas como medidas imperfectas, incompletas para medir el “progreso” de las sociedades. Esfuerzos para avanzar esta perspectiva se han realizado tanto por organizaciones internacionales como la ONU, como por países específicos. Por ejemplo, Bután ha construido un Índice Nacional de Felicidad que a través de 124 componentes busca medir el progreso social y con ello establecer prioridades de política pública.

Quienes han estudiado el tema del bienestar subjetivo argumentan que las políticas del Estado han estado tradicionalmente enfocadas en indicadores meramente económicos para medir el éxito o fracaso de los países, sin preguntarse qué es lo que las personas consideran esencial en sus vidas. La implicación práctica de este enfoque se traduce principalmente en modificar las prioridades de políticas públicas para darle más importancia a aquellas que tienen un impacto en el bienestar subjetivo - en la felicidad de las personas. Aunque para muchas personas esta perspectiva pueda sonar poco seria, lo cierto es que ya existe un cierto consenso a nivel global con relación a la importancia de esta perspectiva para la elaboración de políticas públicas. Este consenso comenzó con la publicación de un reporte elaborado por Joseph Stiglitz (Premio Nobel de Economía en 2001), Amartya Sen (Premio Nobel de economía en 1998), y Jean Paul Fotoussi (Chair of the French Observatory 2009). El reporte, conocido como el “Reporte Stiglitz” propuso medir el progreso de la sociedades a través de tres dimensiones: progreso material, sustentabilidad y calidad de vida. Mientras que el progreso material considera indicadores macroeconómicos ajustados para medir la distribución de la riqueza, la dimensión de sustentabilidad se centra en aquello que los países hacen - o dejan de hacer - para garantizar el futuro y recursos para las futuras generaciones, y la dimensión de calidad de vida se divide en capacidades -en el muy conocido e influyente trabajo de Amartya Sen - y bienestar subjetivo (felicidad).

En 2011, la Asamblea General de ONU aprobó una resolución invitando a los países miembros a medir la felicidad de sus habitantes y - muy importante - a utilizar esta información como una guía para el diseño e implementación de políticas públicas. Después de esta resolución, la OCDE publicó un reporte que recomendó a las agencias nacionales de estadística recabar información relacionada con el bienestar subjetivo. En 2012 elINEGIdiseñó una encuesta piloto siguiendo la guía de la OCDE - la primera en el país - para medir el bienestar subjetivo, y desde entonces ha incluido módulos BIARE (bienestar autoreportado) en el levantamiento de diversas encuestas. Hoy, es posible incluso contar con información representativa tanto a nivel nacional, como por entidad federativa.

Las encuestas sobre el bienestar subjetivo tienen un enorme potencial para revelar aquello que las personas valoran y aquellos factores que determinan su satisfacción con la vida, su perspectiva de futuro, y sí, su felicidad. Por ejemplo, algunos  estudios han encontrado que factores como la distribución del ingreso, y el acceso a la salud, a la vivienda y a la educación son determinantes para el bienestar subjetivo de las personas. En México, el INEGI reportó que para julio de 2019, uno de los rubros que registra menor satisfacción para las personas que viven en México es el de la seguridad ciudadana.

¿Qué significa esto? Que al valorar las prioridades del Estado en la elaboración de presupuestos, programas y planes estos factores tendrían que tener un lugar primordial. Incorporar estas mediciones a aquellas que toman en cuenta variables macroeconómicas en el diseño y priorización de políticas públicas es fundamental para construir sociedades más libres, más justas, con mayor bienestar y más felices.

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